Bongo es un Dogo marrón precioso que durante sus dos años de vida ha sido el ojito derecho de su dueño, Samuel. Sin embargo, últimamente, Samuel ha cogido miedo al momento del paseo con su can porque se ha convertido en un mal rato. Hoy en nuestro blog hablaremos de cómo unos malos hábitos pueden perjudicar a tu perro y convertir el habitual paseo en toda una odisea. ¿Te suena familiar?

Educar a un perro es un proceso que no termina en la entrada de nuestro animal en su edad adulta (a partir del tercer año), sino que requiere de un esfuerzo didáctico cada día de su vida, incluso cuando ya son perros ancianos. ¿La razón? Los perros, incluso los bien adiestrados tienen mala memoria y lo que es peor, son muy sensibles a los nuevos estímulos y emociones. Esto provoca que los dueños de perros sean severos durante el primer año para intentar que el can esté bien educado pero luego se confían provocando en el perro una regresión educativa que en muchos casos termina en problemas en la convivencia familiar.

El caso de Bongo no es aislado. Es muy habitual que un perro que se comportaba bien comience a ‘hacer trastadas’ complicando las actividades comunes como pueden ser las estancias en casa o los relajantes paseos. ¿Cómo podemos evitarlo? Muy sencillo, como si de un ser humano se tratase, la educación de un perro no termina nunca, por lo que debemos estar atentos para educar, castigar o premiar a nuestro can según sea su respuesta a diferentes estímulos.

El paseo, una odisea

Un perro está siempre dispuesto a oler, jugar, conocer, comunicarse… Somos los humanos quienes durante sus primeros meses de vida principalmente debemos enseñarle lo que está permitido y sobre todo cuando. No pasa nada porque nuestro perro corra, o olisquee cosas, incluso que se relacione con otros canes, pero sólo cuando sea adecuado y en la forma oportuna. ¿Qué pasa cuando un perro que era bueno, comienza a volverse inquieto y rabioso?

Es un caso más que habitual, seguramente como dueños hemos bajado la guardia y no nos hemos dado cuenta de que nuestro perro estaba aprendiendo a ‘desobedecer’ a base de sus chantajes (sí, los perros también nos chantajean). Un perro sabe que si estamos en la calle, no nos gusta que alborote, o que ladre y mucho menos que se pelee, pero si le mostramos miedo o desconfianza, tenderá a repetir su comportamiento más rebelde para demostrarnos que él es quien manda.

Si hemos perdido el control de nuestro can hasta tal punto que, como en el caso de Bongo y su dueño, el rato del paseo ya no es agradable, es el momento de volver a empezar y sacarlo con una correa corta y paso a paso como cuando le enseñamos por primera vez. Si es necesario, se puede recurrir a la ayuda de un educador de perros, quien establecerá un límite que en algún momento nuestro mejor amigo olvidó.

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